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martes, 12 de julio de 2016

LA VIDA INTERMINABLE por Yolanda Elsa SOLÍS MOLINA - Barcelona (España)

La autora y colaboradora de esta revista "Pluma y Tintero", Yolanda Elsa Solís Molina, publica en el blog de Asolapo-Argentina el siguiente relato:


LA VIDA INTERMINABLE



Yolanda Elsa Solís Molina


Hoy Begonia, había visto una cala, casi abrirse en su presencia. Porque de acuerdo al descubrimiento que ella decía haber hecho, al regarla directamente en su cáliz, se impedía a los parásitos negros que atormentaban a la flor, instalarse y medrar, allí impidiendo así, que la flor llegara a su plenitud... Y ella, comprobaba como día a día, ese gran pétalo blanco, aumentaba de tamaño y grosor, mientras el mástil amarillo, sano y fuerte, completaba esa producción que en esa cala en particular, tenía asombrada a Begonia.
Y así llegó el día en que debía cortarla ya que consideraba que más no podía crecer... Se destacaba entre sus pares, por un tamaño desmesurado, el blanco inmaculado de su pétalo y el grosor, que al cortarla y colocarla amorosamente en su mano, de dedos estirados y amorosos, Begonia notaba su peso, no igualado antes por ninguna otra...
La colocó en el jarrón más alto y resistente, y así la tuvo tres días, como objeto de observación de sus pupilas que hacían esfuerzos para no perder detalle de semejante ejemplar, cultivado por ella en el lugar más húmedo y sombrío, debajo del nogal.
Un día notó con tristeza, que los bordes del gran pétalo, se enroscaban hacia adentro, tomando un color amarronado y pensó: la guardaré en un libro, para no perderla del todo, es tan hermosa...Y entre dos finos y sedosos papeles, la deslizó con cuidado, guardándola en un cajón de su escritorio... lo dejó entreabierto, como para prolongar todo lo que fuera posible la vida, aún tronchada, de su admirada cala...
A los quince días, el papel de seda, pareció ser movido por la suave brisa que entraba por la ventana, primero, fue un movimiento imperceptible... luego, cada vez más evidente en la soledad y el silencio de la vetusta habitación...
Un casi repugnante gusano, arrastrando el polvillo amarillento de la cala que alentó su vida, comenzó a reptar por el borde del cajón, portando un cascarón tan poco armonioso con unas alas que, poco a poco, fueron saliendo en maravilloso nacimiento del ya inservible vientre, que amparó la llama de su vida, junto con la enorme cala, en un espasmo de reproducción irrenunciable.
El áspero murmullo que buscó la claridad del sol, desde ese oscuro habitáculo de una flor ya sin vida, cuyos jugos postreros alimentaron la belleza alada, la mariposa, salió triunfante, en un último esfuerzo hacia su único día de vida. El sol, deslumbró a la dama del color, que cada vez con más fuerza, ejercitaba su vuelo desde su insólita cuna, hacia la libertad de vivir, para llevar a cabo su misión de un día, para que el círculo de previsto, se cerrara en sus extremos...
Buscó los colores y las flores más brillantes, y con fruición el néctar más dulce en los azahares, ejercitó tímidamente un vuelo cada vez más alto, depositó su belleza con suavidad, en las ramas verdes aún de las hortensias, cumplió al fin su apresurada misión de perpetuar la especie... agotada, sin expectativas, sintió la lluvia que, poco a poco, perfeccionaba la trama de un consabido, vuelo final, que concluyó cuando su cuerpo frágil , destrozado, ya sin vida, entre hojas secas como manto compasivo, se convirtió con los días de sol abrasador y la falta de respeto de las lluvias inclementes, en despojos enterrados en el barro...
Begonia, primero, había comprobado la desprolijidad en los papeles de seda, con que amorosamente había cubierto a la cala, luego, encontró el reseco capullo de vida, cuando acudió a sus gafas para ver mejor el milagro, percibió un vacilante vuelo entre las ramas del jardín... y concibió una esperanza... la maravillosa criatura, se perdió entre las hojas del nogal, mientras Begonia, meditaba.
Días después, mientras preparaba con sus nudosos dedos la tierra para nuevos retoños, vio el destrozado despojo de la bella mariposa que nació desde su cala, contempló un final que a la vez era un renacer, sintiendo que su vida, también era un eslabón necesario, entonces silenciosamente, sonrió....
Esa misma tierra que parió la planta, que ya florecida fue lecho, fue cuna, pétalo abrigado de polvo y silencio, perfume tan blanco, tan tibio ,tan dulce... se vio enriquecida de alas coloridas yertas, tiernas, frágiles, muertas, necesarias, nutriendo el regazo donde el bulbo tierno, otra vez comienza en ciclo inmutable, en brote de vida, transparente y bello. Se cumple el proyecto que entre tierra, brisas, sombras de nogales, alas muertas, rosas, completan el sueño de Begonias simples calladas, modestas, simples  y hacendosas, que ofrecen sus manos heridas, callosas, a sueños de nueces, calas, mariposas...

©YOLANDA ELSA SOLÍS MOLINA poeta y escritora argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

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